domingo, 20 de noviembre de 2011

COFESIONES DE UN SUMISO y 4.





Si, era cierto que debía aliviarme. Así no podía acabar.

Él me levantó de un fuerte tirón de mi pelo, me cogió fuerte la cara y acercándosela a la suya me habló.

- Me has hecho gozar zorra, ahora viene tu premio.

Había poca gente en el local. Mi Amo me agarró bruscamente y nos metimos en el wc. Me ordenó abrirle la bragueta y sacarle la polla.

- Y ahora desnúdate zorra, quédate sólo con los zapatos.

Así lo hice. Estábamos solos en el wc del bar.

- Dame tu cinturón. - se lo ofrecí - date la vuelta ahora, zorrita, voy a calentarte ese culito. Cierra los ojos.

Me tapó los ojos con mi pañuelo y me puso de cara a la pared, con las manos extendidas y las piernas abiertas como si estuviera en una cruz de San Andrés. Estuve expectante durante unos minutos. Escuché cómo Mi Maestro meaba. Oí su chorro, pero no me ofreció ni me dio su orín. Me acarició los glúteos. Sentí su mano, estaba muy excitado, con un poco de miedo. Un miedo morboso, un miedo querido. Una pregunta rondaba mi mente: “¿Qué me espera?”

El primer correazo fue certero y duro en mis glúteos. La sensación fue dolorosa pero una fuerte erección me llenó plenamente. Sabía que era mi deseado sacrificio, sabia que estaba en la ceremonia de mi entrega. Pasó un tiempo en el que no oí nada. Mi cuerpo pegado a la pared, abierto al antojo de mi Maestro, con mi culo ardiendo del golpe recibido. Me sentía plenamente feliz. Sentí la proximidad de mi Maestro detrás de mi. Sentí su polla en mi culo, sentí el placer de cómo se restregaba.

- El dolor primero, zorrita, el placer después - me susurró al oído.

Seguía con mi mente embotada. Mi mente, mis órganos, mi piel, mis sentidos estaban alerta. Mi corazón bombeaba a un ritmo frenético.

- Alerta zorrita - me susurró.

Mi polla estaba a punto de estallar. Todo mi ser,mi cuerpo y mi mente le pertenecían. El segundo correazo fué más fuerte, me ciñó el extremo de la correa en el glúteo y sentí un dolor intenso, casi insoportable.

- Dame las gracias pequeña zorra – me ordenó acercándose por detrás.

Sentí su polla dura en mi culo, y su mano que me acariciaba los glúteos

- Eres mía, pequeña y sólo mía. Grábatelo en la cabeza

Todo giraba como en un torbellino mágico y peligroso. En cualquier momento podía desfallecer, tal era mi estado de excitación. Me sentía humillado y feliz, me sentía dolorido y extasiado. En ese momento que sentía a mi Amo excitado me habría gustado sentirme poseída por Él.

- NO mi pequeña zorra. Tu entrega será otro día en una ceremonia mágica, sabrás guardarme tu virginidad. - me susurró como adivinando mis pensamientos.

Se hizo el silencio. Sabía que al menos mi Amo me guardaba alguna sorpresa más. En efecto, el tercer correazo me lo asestó en los muslos. No lo esperaba allí y casi se me doblan las piernas. Sentí cómo mi Maestro se restregaba conmigo. Yo no podía moverme. La mezcla de dolor, humillación y placer era indescriptible. Sentía su aliento en mi nuca, agarró mi sexo y así enculada pero sin ser penetrada sentí como su semen cálido y salvaje volvía a derramarse en mi espalda y mis glúteos

- Córrete, mi pequeña furcia, córrete. - Él me masturbaba desde detrás. Sentía su mano en mi sexo, mi Maestro me estaba dando su placer, para mi era la consagración de mi entrega, Me corrí... sentí que el cielo y la gloria deben estar muy cerca de esta sensación. Aunque mi cuerpo me dolía mi mente volaba libre hacía un destino del que nunca querría volver, sentirme abrazado a mi Maestro sabiendo que le había hecho feliz durante toda una tarde y de que Él me había recompensado era todo a lo que podía aspirar su sumiso

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